viernes, 3 de febrero de 2023

Raúl (6ºA) ganador del XXXV Certamen de Relatos y Cuentos "Ciudad de Viana"

 Raúl, alumno de 6º A, ha ganado el primer premio en la categoría Primaria en Castellano en el XXXV Certamen de Relatos y Cuentos "Ciudad de Viana". 

Este año la temática era "El Principado de Viana" ya que se conmemora el 600 aniversario y para ello tuvo que realizar primero una gran labor de investigación sobre ello.

El pasado miércoles 1 de febrero acudió a la entrega de premios en Viana en la cual lo pasó en grande. 

A continuación, os dejamos la historia ganadora, la cual estamos seguros de que os va a encantar. Se titula El príncipe plebeyo:

Érase una vez, un príncipe de Navarra llamado Juan. Nada más nacer, Juan consiguió unos privilegios por ser hijo de un rey y, además, no tenía los mismos derechos ni obligaciones que los campesinos. Un día, nuestro querido amigo Juan quiso saber cómo se sentía al ser un campesino. Entonces se echó a las calles de Viana a ver qué es lo que ocurría y descubrió que la gente lo reconocía y se arrodillaba ante él. Él no quería eso; lo que quería era sentirse como ellos, así que Juan les pidió que pararan y les explicó que él necesitaba sentirse como un campesino para saber las necesidades del pueblo llano, para ayudar a su padre a ser un mejor rey. Los campesinos no lo entendieron muy bien, pero como él era el príncipe había que hacer lo que mandara. Un posadero llamado José, que estaba escuchando todo lo que decía el príncipe, le invitó a pasar a su posada y le ofreció ropa un poco más discreta para que pasara más desapercibido y no destacara tanto entre la gente. Así, Juan le dio las gracias y se vistió rápidamente. Aprovechando que estaba allí, decidió hacer noche en la posada.

A la mañana siguiente, Juan le preguntó a José si podía salir al campo a recolectar patatas. Al segundo de escuchar eso, José se echó a reír con grandes carcajadas y le respondió que no era época de recolectar patatas. Juan se sintió bastante avergonzado y José se dio cuenta, así que amablemente le sugirió ir a plantar maíz. A Juan se le cambió la cara y esto le ilusionó mucho, así que le dijo que le apetecía muchísimo, y los dos se dirigieron hacia allí con un saco lleno de semillas de maíz. Dirigiéndose hacia la huerta de José, se sorprendió de tantos tipos de plantas que se podían ver y lo bonitas que eran las tierras de la gente del pueblo. Se notaba la cantidad de trabajo y esfuerzo que dedicaban a esa labor. Al llegar, Juan y José empezaron a sembrar las semillas. José se sorprendió de lo que Juan pudo aguantar sembrando a pleno sol, pero claramente lejos de la habilidad de José. Al terminar José le preguntó a Juan si quería ir a dar de comer a los animales y Juan respondió que sí, pero con voz cansada. Al terminar el día, Juan estaba agotado y no podía más, así que le preguntó a José si el día siguiente podía ser más tranquilo. José le sonrió amablemente y le respondió que atenderían la posada.

Por la mañana, Juan se despertó muy temprano y fue a despertar a José para ponerse a atender la posada. Cuando llegó, no lo encontró allí, así que bajó a buscarlo por la taberna de la posada. ¡Allí estaba! Lo encontró atendiendo a los clientes que iban allá bien temprano a llenarse el estómago para poder realizar con fuerza las tareas del día. Al parecer, para Juan temprano era tarde para José. Al día siguiente, Juan y José fueron a dar un paseo por el pueblo; a Juan le gustó mucho porque la gente ya lo trataba como uno de ellos. Además José le iba contando todos los problemas que tenía tanto en la posada como en el huerto. Juan le entendía porque, con el poco tiempo que llevaba con él, ya había comprobado en carne propia el trabajo que suponía el día a día de un campesino. Y los días fueron pasando y Juan no solo escuchó las historias de José, sino que en más de una ocasión vio las injusticias y los abusos que había hacia los campesinos por parte de los nobles. Juan pasaba las noches en vela pensando sobre ello.

Pasadas unas semanas desde su llegada a la posada, Juan recibió una mala noticia. Su padre estaba verdaderamente enfermo y requerían su presencia en palacio. Juan se despidió con tristeza de su amigo José y puso rumbo al castillo a comprobar el estado de salud de su padre. Subió a su alcoba y se lo encontró respirando con muchísima dificultad. El Rey se alegró mucho de ver a su hijo y, con mucho esfuerzo, le dijo que le cedía la corona de Navarra, y que le deseaba una gran suerte en su reinado. Lamentablemente, esa misma noche el rey falleció.

A los días, una vez pasado el duelo, Juan fue coronado como el rey de Navarra y, además, heredó el título del principado de Viana.

A partir de ese día, en su reinado Juan trató de hacer mucho más fácil la vida de los campesinos, mirando por sus intereses y peticiones. Terminó con los abusos por parte de los nobles. Todo ello lo realizó con la ayuda de su inseparable amigo José, que pasó a ser uno de sus fieles consejeros y le ayudó seguir viendo lo que realmente necesitaba su pueblo, el Reino de Navarra.


¡ENHORABUENA, CAMPEÓN! 😉






(Derechos de la obra reservados al Ayuntamiento de Viana)

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